lunes, 3 de septiembre de 2007

Mi primera vez

Si hay algo que marca la vida de un hombre, definitivamente son las primeras veces, la ocasión en que se experimenta una sensación nueva, y que a lo mejor nos arrastra durante el resto de nuestras vidas en la búsqueda de la alquimia precisa para revivir ese exacto momento.

En mi caso particular, era mediados de 1982, acababa de cumplir los 18 y trabajaba en una agencia de publicidad de Caracas. Esta agencia publicaba una guía publicitaria, el PPP, que contenía miles de datos sobre agencias, ejecutivos publicitarios, anunciantes, etc. Era una carpeta enorme, se podía abrir, para sacar y meter las hojas actualizadas, era como del tamaño de dos agendas telefónicas juntas, y pesaba fácil unos tres kilos. En ese entonces se requería personal para compaginar a mano las hojas, y luego, trimestralmente había que visitar a los suscriptores con las actualizaciones, que había que cambiar en pocos minutos. En los 9 meses que trabajé con esta gente, aproveché para conocer Caracas de punta a punta, metido en agencias de publicidad, anunciantes, emisoras de radio y canales de televisión. Casi seguramente que Internet debió de haber barrido con el PPP...
Para las campañas de entrega de guías y actualizaciones utilizábamos el auto de la empresa, un Ford Fairmont celeste, supongo que llevaba el motor de 200 pulgadas cúbicas, era automático, un auto cuadrado y feo, encima no andaba nada. Al volante siempre iba Rafael "La Gocha" Carrero, que era el encargado de la máquina offset y un tipo de total confianza para los jefes. El conocía cada dirección de cada cliente, y nos dejaba en cada lugar, nosotros a correr para entregar la guía o actualizar, y en tantos minutos de vuelta al coche. Un día, mejor dicho una tarde La Gocha nos dijo que íbamos a perder un poco de tiempo, para que fueran las seis de la tarde y así pasaríamos por la Libertador para ver a los transformistas. De la mano de La Gocha conocimos las mejores chichas de Caracas, en Los Ruices, justo diagonal al Centro Comercial, asi como infinidad de rincones, que años después me fueron de enorme utilidad en el ejercicio de mi profesión.

Bueno, el caso fue que un día nublado (me acuerdo como si fuera hoy) fuimos a la Universidad Metropolitana, junto a lo que es hoy Terrazas del Avila y que no recuerdo si en esos años se llamaba aún la Urbina Norte. Conmigo estaba Cristo, si, en serio, se llamaba Cristo, o como a el le gustaba decir de un tirón "Cristojoserodriguezescalante" un muchacho de unos 16 años que aparentaba veintipico, era enorme y fuerte. Y encima estaba medio loco. Era el hijo de los conserjes del edificio donde estaba la agencia y lo habían puesto a trabajar en la creencia que se enderezaría. También venía ese día alguien más, creo que era alguno de los nuevos, de esos que entraban y a la semana o dos se largaban sin dar explicaciones. El asunto fue que La Gocha nos dejó en el estacionamiento, dentro del auto, y apenas entró en la Universidad Cristo me dijo "vamos a dar una vuelta" y antes de que yo pudiera decir algo ya estaba en el asiento del conductor dándole a la llave. Yo lo que recuerdo fue el momento en que me tocó a mi, en lo que es hoy la Avenida Principal de Terrazas del Avila, solo habia un par de edificios, el resto era monte y calles desiertas. Recuerdo haberme sentado al volante, puesto la palanca en "D" y un acelerón corto. La verdad, que a 25 años de aquello pienso que me emociona más el recuerdo de la primera vez que anduve en bicicleta sin caerme, a los 7 años. El Fairmont era cualquier cosa menos un auto potente, el sonido del motor era algo anodino, sin esa música que por ejemplo tienen los V8. También recuerdo que cuando fui a dar la vuelta en "U" Cristo me avisó de que tenía que llevar el volante a su posición inicial, o soltarlo, para no hacer el círculo completo. En total, no habrán sido más de 4 minutos. Volvimos a dejar el auto en su puesto, pero al volver La Gocha nos dijo "anduvieron con el carro coñosemadre"..........pero La Gocha era un compañero de verdad, no nos delató con los jefes.

Meses después, dejé la empresa para irme a la Universidad, a La Gocha volví a verla cuando ya era cobrador de Seguros La Previsora y yo tenía un HCM con ellos, a Cristo lo vi por última vez allá por 1985, tiempo después supe que lo mataron al resistirse a un atraco. Ya debo tener más de medio millón de kilómetros manejados, en América y Europa, he corrido en autódromos, manejado en las situaciones más adversas, y pensar que todo comenzó con un feo Fairmont celeste...