jueves, 16 de agosto de 2007

30 años no son nada, pibe

Y menos para Elvis. Es como Gardel, inmortal, cada día se crece y canta mejor. Joven, viejo, gordo, flaco, decadente o como fuera, el chico de Tupelo fue y sigue siendo el más grande. Los excesos acabaron con su vida prematuramente, pero quizá fue mejor eso que verlo en una caida gradual a lo Sinatra, arrastrándose por los escenarios más allá de los 65. Y además de eso, sigue siendo un buen negocio. Que se lo pregunten a Priscilla...


Salud Rey...............te imagino cantando a duo con Gardel.

sábado, 11 de agosto de 2007

Mi visita al Museo Nino Bravo (*)


Uno de los recuerdos más claros de mi infancia es la potente y varonil voz de Nino Bravo, así como el impacto que causó la noticia de su trágica muerte, un final absurdo para una estrella en ascenso. Con el tiempo, otras músicas, otros gustos fueron llamando mi atención, pero siempre volvía al recuerdo, a los viejos discos del cantante valenciano. Por eso, cuando a fines del año pasado me enteré de la inauguración de un museo dedicado a su figura en su pueblo natal, Aielo de Malferit, me dije que tenía que visitarlo cuanto antes. A través de Internet conseguí el móvil de Isabel Juan, la encargada del museo, quien amablemente me invitó a visitarlo ese mismo fin de semana. Aielo está a unos 75 kilómetros al sur de Valencia y es el típico pueblo de la zona, rodeado de naranjales, donde parece que nunca pasa nada. Llegar al Museo fue fácil, con preguntarle al primer transeúnte, dónde estaba la "escuela vieja", asunto hecho. Y es que el Museo se ubica dentro del ala destinada a las niñas de la escuela fundada en 1930, ahora en desuso en favor de otras instalaciones más modernas. Una pequeña plaquita plástica anuncia a la puerta que ese es el Museo Nino Bravo, me recibe sonriente Isabel, toda amabilidad y una gran fan y conocedora de la vida y obra de Nino.

"Este lugar huele a Nino Bravo" me dice sin rodeos, y razón no le falta, es un museo pequeño en tamaño, pero grande en emociones. A la izquierda del pequeño hall de entrada hay dos pequeñas salas, en la primera hay varios trajes de Nino Bravo, y varios escaparates conteniendo objetos diversos, su DNI, su libreta militar, así como fotos y datos acerca de sus primeros pasos en el mundo de la canción, en la siguiente sala, más ropa, y varias vitrinas con discos, placas diversas, y donde llaman poderosamente la atención un puñado de telegramas de condolencia enviados por artistas y personalidades españolas del momento. En el otro extremo, a la derecha de la entrada, un auditorio con capacidad para 50 personas, en donde se pasan sin interrupción videos de las presentaciones de Nino, también hay algunas fotos y cuadros. Isabel tenía razón, el lugar huele a Nino Bravo, hay esa sensación en el ambiente de algo inacabado, una vida truncada justo cuando el muchacho bueno de Aielo, ese que antes fabricaba joyas con sus manos y ahora había hecho de su potente voz una magnífica obra de orfebrería, crecía imparablemente hacia el lugar más alto en la música hispanoamericana. Estoy seguro que el Museo crecerá en tamaño e importancia, habrá seguramente nuevas incorporaciones de material, prácticamente hay muy poco acerca de las actuaciones de Nino Bravo en Latinoamérica, es un trabajo que llevará tiempo pero finalmente Nino Bravo tiene en su tierra que tanto amaba el homenaje permanente que siempre ha merecido.

(*) Publicado originalmente en www.ninobravo.biz

sábado, 4 de agosto de 2007

Cuando Dios voló en Nurburgring

Se han cumplido 50 años de la carrera más inmortal de la historia del automovilismo, la victoria de Juan Manuel Fangio en Nurburgring, que a la postre sería la última de su genial trayectoria deportiva. Durante los siguientes 38 años el Quíntuple narró miles de veces los detalles de semejante epopeya, donde batió sin atenuantes al equipo Ferrari, el mismo que el había abandonado la temporada anterior en medio de grandes controversias con Il Commendattore. Yo no volveré sobre los particulares de la carrera, las veces que batió el record de la pista, las tácticas que empleó. Sencillamente quisiera expresar que en esa carrera, en esas 22 vueltas, algo menos de 500 kilómetros, el Maestro exprimió cada gramo de su inmenso genio, compendiando toda su vida al volante, desde el mismo primer día en que corrió en un Ford A prestado, pasando por su llegada a Europa 9 años antes, hasta llegar a ese preciso momento en que tuvo que sobrepasar los límites. Jamás dijo Fangio, como lo hizo Senna muchos años después, que había visto a Dios ese día. Yo pienso que ese día Dios corrió en la Maserati número 1. La grandeza de Fangio fue que no tuvo que morir para ganar la inmortalidad, ese día, cuatro de agosto de 1957 traspasó todas las barreras dimensionales y llegó a un nivel que nadie ha vuelto a alcanzar. Por eso se le recordará siempre como el más grande.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Primero de Agosto de 1981

Ese día fue, ahora lo reconocemos, uno de los más felices de nuestras vidas. Fue el día del acto de graduación de los Bachilleres de la promoción "Homenaje a Aquiles Nazoa" del Liceo "Rafael Urdaneta", de Caracas. Eramos un grupo que se había mantenido casi sin cambios en Cuarto y Quinto años, escogidos por los profesores entre los mejores alumnos. Había estudiantes de al menos siete nacionalidades distintas y en general proveníamos de la zona de San José, donde muchos emigrantes europeos se habían establecido a mediados de siglo. Nuestro profesor guía, Clovis Sánchez, nos había dicho a principios de año que aprovecháramos el tiempo al máximo, que eran los mejores años de nuestras vidas. Y era verdad, en general éramos una pila de ingenuos, hoy en día cualquier niño de 12 años tiene mucha más maldad en el cuerpo que cualquiera de los más "audaces" de ese grupo. La mayoría apuntábamos a ingresar a la Universidad, y en esos años felices, con el dólar anclado en 4,30 bolívares desde hacía por lo menos 15 años uno podía darse el lujo de acceder a cosas que en otros países estaban reservadas a gente de mejor condición social. Pero lo principal, y lo que quiero recordar hoy es que en el grupo había una confianza en el futuro irresistible, que nada ni nadie nos podría parar en nuestras ambiciones y que el título de Bachiller era una varita mágica que nos abriria muchas puertas...


Hoy solo quiero recordar ese momento de felicidad embrigadora, casi diría irresponsable, ya habrá ocasión más adelante de contar lo que pasó después. Solo añado que daría lo que no tengo por volver a sentir algo semejante.