sábado, 11 de agosto de 2007

Mi visita al Museo Nino Bravo (*)


Uno de los recuerdos más claros de mi infancia es la potente y varonil voz de Nino Bravo, así como el impacto que causó la noticia de su trágica muerte, un final absurdo para una estrella en ascenso. Con el tiempo, otras músicas, otros gustos fueron llamando mi atención, pero siempre volvía al recuerdo, a los viejos discos del cantante valenciano. Por eso, cuando a fines del año pasado me enteré de la inauguración de un museo dedicado a su figura en su pueblo natal, Aielo de Malferit, me dije que tenía que visitarlo cuanto antes. A través de Internet conseguí el móvil de Isabel Juan, la encargada del museo, quien amablemente me invitó a visitarlo ese mismo fin de semana. Aielo está a unos 75 kilómetros al sur de Valencia y es el típico pueblo de la zona, rodeado de naranjales, donde parece que nunca pasa nada. Llegar al Museo fue fácil, con preguntarle al primer transeúnte, dónde estaba la "escuela vieja", asunto hecho. Y es que el Museo se ubica dentro del ala destinada a las niñas de la escuela fundada en 1930, ahora en desuso en favor de otras instalaciones más modernas. Una pequeña plaquita plástica anuncia a la puerta que ese es el Museo Nino Bravo, me recibe sonriente Isabel, toda amabilidad y una gran fan y conocedora de la vida y obra de Nino.

"Este lugar huele a Nino Bravo" me dice sin rodeos, y razón no le falta, es un museo pequeño en tamaño, pero grande en emociones. A la izquierda del pequeño hall de entrada hay dos pequeñas salas, en la primera hay varios trajes de Nino Bravo, y varios escaparates conteniendo objetos diversos, su DNI, su libreta militar, así como fotos y datos acerca de sus primeros pasos en el mundo de la canción, en la siguiente sala, más ropa, y varias vitrinas con discos, placas diversas, y donde llaman poderosamente la atención un puñado de telegramas de condolencia enviados por artistas y personalidades españolas del momento. En el otro extremo, a la derecha de la entrada, un auditorio con capacidad para 50 personas, en donde se pasan sin interrupción videos de las presentaciones de Nino, también hay algunas fotos y cuadros. Isabel tenía razón, el lugar huele a Nino Bravo, hay esa sensación en el ambiente de algo inacabado, una vida truncada justo cuando el muchacho bueno de Aielo, ese que antes fabricaba joyas con sus manos y ahora había hecho de su potente voz una magnífica obra de orfebrería, crecía imparablemente hacia el lugar más alto en la música hispanoamericana. Estoy seguro que el Museo crecerá en tamaño e importancia, habrá seguramente nuevas incorporaciones de material, prácticamente hay muy poco acerca de las actuaciones de Nino Bravo en Latinoamérica, es un trabajo que llevará tiempo pero finalmente Nino Bravo tiene en su tierra que tanto amaba el homenaje permanente que siempre ha merecido.

(*) Publicado originalmente en www.ninobravo.biz

No hay comentarios: