sábado, 4 de agosto de 2007

Cuando Dios voló en Nurburgring

Se han cumplido 50 años de la carrera más inmortal de la historia del automovilismo, la victoria de Juan Manuel Fangio en Nurburgring, que a la postre sería la última de su genial trayectoria deportiva. Durante los siguientes 38 años el Quíntuple narró miles de veces los detalles de semejante epopeya, donde batió sin atenuantes al equipo Ferrari, el mismo que el había abandonado la temporada anterior en medio de grandes controversias con Il Commendattore. Yo no volveré sobre los particulares de la carrera, las veces que batió el record de la pista, las tácticas que empleó. Sencillamente quisiera expresar que en esa carrera, en esas 22 vueltas, algo menos de 500 kilómetros, el Maestro exprimió cada gramo de su inmenso genio, compendiando toda su vida al volante, desde el mismo primer día en que corrió en un Ford A prestado, pasando por su llegada a Europa 9 años antes, hasta llegar a ese preciso momento en que tuvo que sobrepasar los límites. Jamás dijo Fangio, como lo hizo Senna muchos años después, que había visto a Dios ese día. Yo pienso que ese día Dios corrió en la Maserati número 1. La grandeza de Fangio fue que no tuvo que morir para ganar la inmortalidad, ese día, cuatro de agosto de 1957 traspasó todas las barreras dimensionales y llegó a un nivel que nadie ha vuelto a alcanzar. Por eso se le recordará siempre como el más grande.

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